Lesiones de rodilla: La historia de Caroline
Estaba a punto de cumplir 13 años cuando viví la primera experiencia que me cambió la vida.
Me encantaba hacer deporte, ya fuera baloncesto, softball, natación, fútbol o hockey sobre hierba. Soñaba con ser una estrella de la natación en la escuela y posiblemente en la universidad también. Sin embargo, todo cambió una mañana de invierno cuando estaba jugando un partido de baloncesto con mi equipo de la liga rural.
Problemas en la rótula
Estaba jugando bastante bien. Pero recuerdo que me caí y grité pidiendo ayuda. No sabía qué me pasaba. Me miré la pierna y estaba torcida, pero en el sentido opuesto al habitual, como si me la hubiera roto.
Mis entrenadores y mi madre corrieron hacia mí, pero ni siquiera sabían lo que era. Me llevaron al hospital en ambulancia, donde me diagnosticaron una luxación de rótula.
Lo primero que pensé fue: "¿Cómo se te puede salir la rótula de su sitio?". En ese momento, sentía un dolor muy intenso y noté un hormigueo por todo el cuerpo. Recuerdo que miraba los trenes pintados en el techo de la sala de urgencias y seguía sus vías para no pensar en el dolor.
No me volvieron a colocar la rótula en su sitio hasta pasadas unas horas, porque los médicos necesitaban asegurarse de que no se había dañado nada más. Para una niña de 12 años, aquello era difícil de asimilar. No dejaba de preguntarme: ¿Cómo se curará esto? ¿Me tendrán que operar? ¿Qué es la fisioterapia? y ¿Me volverá a pasar? Más tarde aquella misma noche, volví a mi casa con un inmovilizador de rodilla gigantesco puesto y una cita para ver a un traumatólogo.
Mi primer suspiro de alivio fue cuando supe que no necesitaba operarme... todavía. Mis médicos me recetaron 6 semanas de fisioterapia. Me dije a mí misma que así me curaría y que, pronto, podría volver a hacer deporte.
Volví a ir a la escuela. Al principio pensé que me costaría prestar atención porque seguía teniendo dolor y molestias. Pero me las arreglé para salir adelante. Me preguntaron muchas veces qué me había pasado. No es fácil de explicar, sobre todo cuando no sabes exactamente cuál ha sido la causa de la lesión. Además, cuando estás en secundaria, los demás niños no entienden bien sobre estos temas.
A través de mis numerosas visitas al médico, aprendí que mi lesión no era consecuencia de mi actividad. Era la forma en que estaba construido mi cuerpo lo que me causó la luxación de rótula: una combinación de factores como los ángulos de mi cuerpo, unos ligamentos demasiado tensos en algunos lugares y demasiado laxos en otros, y el hecho de que no existiera un surco donde se pudiera asentar la rótula. ¡No tenía ni idea de que pudiera haber tantas cosas mal en mi cuerpo! Pero seguí adelante y al final volví a hacer deporte con una rodillera.
Problemas en la rótula: continuación
Pasó un año. En un partido a principios de diciembre, quedaban pocos minutos para el final cuando me encontré de nuevo en el suelo, gritando. Esta vez, miré hacia abajo y la pierna con la rodillera estaba bien. Ahora el problema estaba en mi rodilla derecha. Me dije: "¿Por qué me ha vuelto a pasar esto y cómo es que ahora me pasa en la otra rodilla?".
En aquel momento, mis padres y yo supimos que no se trataba de una lesión normal. Lo más aterrador fue que aquello me ocurrió un total de cinco veces (tres en una rodilla y dos en la otra). Puesto que me había dislocado la rótula tantas veces, mi médico me dijo que la probabilidad de que me volviera a ocurrir era muy alta. Me recomendó operarme la rodilla izquierda. Pero me dijo que era una operación para mejorar mi calidad de vida, es decir, que mejoraría en mis actividades cotidianas pero que no podría hacer deporte como antes.
Cirugía, recuperación y la importancia de los amigos
La operación fue bastante agresiva, pero yo sabía que necesitaba hacerme algo porque no podía seguir viviendo con el miedo a lesionarme constantemente. La recuperación completa me llevó un año. Mis padres trasladaron una cama al piso de abajo para que durmiera allí, porque requería demasiada energía tener que subir y bajar las escaleras varias veces al día. Tuve que llevar muletas durante 6 semanas.
Cuando mis amigos me visitaban, me animaban mucho porque yo no podía hacer gran cosa. Una de mis amigas me pintó las uñas de los pies porque yo no llegaba. Me alegraban el día cuando venían porque yo no podía salir de casa. También tenía un amigo que siempre venía a pasar el rato y charlar. Hubo muchas noches en que sentí tanta pena por mí misma que solo quería tumbarme en la cama y llorar. Pero me dije a mí misma que tenía que acabar mejorando a la larga.
Necesitaba de verdad a mis amigos porque me sentía sola la mayor parte del tiempo, porque sabía que ellos iban a la playa, pero yo no me podía mover con agilidad ni subirme a un coche y estar cómoda. Mi herida tenía una longitud de unos 8 centímetros, y no era bonita. Pero sabía que no podía hacer nada; eran mis heridas de guerra.
Hacer concesiones
Estaba iniciando mi segundo año del secundario, y eso me entusiasmaba. Fue un año bastante bueno para mí; terminé la fisioterapia, pero lamentablemente tuve que llevar la rodillera a todos los bailes del colegio. Al principio me costó, porque pensaba que todo el mundo se quedaría mirándome, pero seguí adelante y me di cuenta de que prefería estar cómoda que dolorida durante toda la noche. Aquel año me invitaron al baile de graduación y pude ir sin rodillera.
Había ganado más confianza en mí misma y eso me hacía estar mucho más contenta. Aunque me encontraba bastante bien, sabía que me costaría mucho volver a jugar a hockey sobre hierba. Me convertí en una persona que llevaba los temas administrativos para poder seguir viendo y pasando rato con mi equipo. Fue duro dejar un deporte que significaba tanto para mí, pero sabía que mis rodillas no podían soportarlo más. Seguía haciendo natación y fui buena durante mi segundo año del secundario. Por fin, miraba hacia delante y las cosas pintaban mejor.
Problemas en la rótula III
Mi penúltimo año en la escuela fue uno de los más importantes. Tuve un año increíble, excepto por una pequeña cosa: me caí al suelo de la cafetería y la rótula derecha se me volvió a dislocar. No podía creer que hubiera pasado; pero, por suerte, no afectaba a la rodilla que me habían operado. Mi padre es profesor de educación física en mi escuela, de modo que pudo llegar bastante rápido y colocarme la rodilla en su sitio mientras yo estaba tumbada. Una vez puesta en su sitio, me encontré mejor, hasta que noté un dolor muy agudo.
Sabía que algo iba mal porque nunca antes había sentido aquel tipo de dolor. La rodilla se me hinchó rápidamente y el dolor continuó. Me hicieron una resonancia magnética y volví a la consulta del médico. Me dijo que me había roto el ligamento femororrotuliano medial, un pequeño ligamento que une la rótula al fémur.
Mi médico me animó a operarme de nuevo porque me dijo que si no me lo arreglaban, la rodilla no tardaría mucho en volver a dislocarse. Esta operación no fue tan agresiva como la primera, por lo que la recuperación completa fue de solo 6 meses. Ahora tengo dos cicatrices más pequeñas en la rodilla derecha y dos orificios cicatrizados por donde entró el artroscopio.
Hoy me encuentro mucho mejor y mis dos rodillas se han mantenido sanas. Pero tengo que seguir manteniéndolas fuertes para que sigan funcionando bien. Sigo sin poder decir que he recuperado completamente la confianza, porque siempre tendré miedo de que me pase algo.
Cambio de perspectiva: del deporte a los estudios
Ahora que no hago deporte, me he dado cuenta de que tengo que confiar más en los estudios, por lo que sacar buenas notas es muy importante para mí. Tengo previsto estudiar terapia ocupacional en la universidad. He hecho fisioterapia muchas veces, y cuanto más aprendía sobre la terapia ocupacional, más sabía que era algo que me encantaría hacer.
Los dos últimos veranos también he sido voluntaria en el hospital donde me operaron. Es mi forma de devolverle algo al hospital que tanto me ha ayudado. Después del voluntariado, supe enseguida que quería hacer una carrera donde pudiera trabajar con niños en un hospital. Quiero que los niños encuentren su felicidad, independientemente de lo que les depare la vida.
No es fácil perder las cosas que te gusta hacer, con lo que me encantaba el deporte... Pero he sabido encontrar el amor por hacer cosas nuevas que están dentro de mis posibilidades. Aunque ya no puedo hacer tanto como antes, he encontrado otras cosas importantes en mi vida. Mi familia y mis amigos me hacen seguir adelante cada día.
Una de las cosas que más me gusta hacer es fotografiar a la gente y la naturaleza. Y luego, edito la fotografía para que las pueda ver todo el mundo. Ya no puedo jugar al softball, pero ayudo al equipo de béisbol en temas de gestión, junto con algunos de mis amigos íntimos.
Durante el año escolar, he disfrutado trabajando en el comité de bienvenida a fin de construir nuestra carroza para el desfile. He formado parte del comité del baile de graduación de mi escuela.
El verano pasado viajé a Europa. Durante todo el viaje no tuve ningún problema en las rodillas, y fue emocionante porque estaba a miles de kilómetros de casa.
He aprendido que nunca debo dar nada por sentado porque nunca sabes cuándo te van a quitar algo. Ha sido una gran lección, ¡porque me ha hecho saber que puedo conseguir cualquier cosa si me lo proponga!
Reviewed by: Suken A. Shah, MD